No voy a desmentirlo: no siempre una película que no rebosa de una trama compleja y enredada, con importantes accesos de suspenso e intriga, logra captar mi atención de manera tan favorable.
300, film dirigido por Zack Snyder y basado en la novela gráfica de Frank Miller, acaba de pasar a formar parte de esa minoría.
Absolutamente fiel a la novela original (de hecho, más inclinada a ella que a los hechos reales), tanto en argumento como en diseño de arte, y con una estética que impacta, 300 nos lleva a la Grecia del año 480 a.C., más precisamente a las Termópilas (también Compuertas Termales o Puertas calientes), lugar en donde se llevó a cabo la conocida como Batalla de las Termópilas, en la cual un ínfimo ejército de guerreros griegos se enfrentó a grupos de incontables asiáticos bajo el mando del Imperio Persa.
La película, básicamente, toma solo a los trescientos hombres que, bajo las órdenes de Leónidas I (Gerard Butler), rey espartano, se lanzan al combate en la parte inferior del desfiladero que son las Puertas Calientes, una especie de pasadizo que no pasa de los 12 metros. Allí, son capaces de bloquear los ataques de cientos de asiáticos que buscan la conquista de Grecia para el rey-dios Jerjes I, a pesar de que éstos los superan en número con creces.
El dato más importante que pasa por alto es, evidentemente, el hecho de que los espartanos solo fueron una parte del ejército griego que tomó parte de la lucha contra los asiáticos. Incluso, otros ejércitos, como el de los tespias, llevaron al frente muchos más soldados que Leónidas.
Por otro lado, muchos de los elementos que podemos destacar como maravillosamente bien logrados en cuanto a estética, tampoco tienen mucho que ver con la realidad. Así podrían ser el ejército de elite de Jerjes, los Inmortales, o el propio rey de reyes (que, por cierto, ha tenido una caracterización muy… carismática en el film -o interesante, al menos, por parte de Rodrigo Santoro-, a mi ver).
Más allá de lo que podamos averiguar si buscamos un poco más a fondo en la historia, la película se sostiene por sí sola y logra entretener con facilidad.
Me atrevo a decir, incluso, que es posible que también guste a quienes no son amantes de las películas en las que el 80% del tiempo se pasa entre estocadas, desmembramientos y gritos de guerra. Las estrategias a las cuales deben recurrir los espartanos y sus aliados, la correcta profundización en ciertos personajes, las escenas intercaladas entre el campo de batalla y Esparta, en donde la reina Gorgo (Lena Headey) intenta convencer al consejo para que envíen al resto del ejército, y la más que interesante secuencia final, en donde Leónidas y Jerjes se enfrentan por última vez, que puede que logre sacar una sonrisa de entendimiento a más de uno, cumplen con su objetivo.
En resumen: o la película es realmente buena… o haber visto una adaptación fílmica tan mala como Eragon la noche anterior a 300 tuvo sus consecuencias.
:)
